Madrid. 28 de abril, 2018
Las historias de amor siempre merecen ser contadas porque tienen el poder de sacarnos al mismo tiempo, una sonrisa y una lágrima desde el alma. Hoy les quiero contar una muy personal.
Tenía un mes de andar paseando por Europa. Había hecho muchas cosas: conocer la nieve, esquiar por primera vez, remar en el río Arno en Florencia, surfear en Islas Canarias, compartir con amigos… Y al regresar a Madrid para volver a casa me sentía triste y sola… tal vez eso del amor no era para mí. Al despertar al día siguiente, decidí que mi último día en Madrid iba a ser un éxito, me levanté , me alisté, me tomé mi café con un par de churros en el Hostel y empecé a rodar hacia mis destinos del día: El Museo Reina Sofía y el Parque el Retiro. No tenía prisa, quería andar y sentir la ciudad por última vez. Bajé por Lavapiés, observando la diversidad del barrio y tomando fotos al street art que tanto me gusta. Pasé varias horas en el Museo Reina Sofía hasta que me dio hambre y salí a mi almuerzo/despedida de España, en el Museo del Jamón del Paseo del Prado, para luego subir al Retiro a pasar la tarde relajada.
Street Art en Lavapiés Saliendo del Museo Reina Sofía
El Retiro es enorme. Había estado cerrado porque días antes, se había caído un árbol y había muerto un niño, así que encontrarlo abierto fue una suerte. El parque tiene muchísimos senderos algunos pavimentados y otros de tierra y me metí por ambos, a ratos en lugares más concurridos y otros buscando espacios de paz y soledad. El Palacio de Cristal tenía que verlo con mis propios ojos, así que me metí por varios senderos de tierra para llegar ahí. Era una despejada tarde de primavera, con cielo azul y vientos frescos. El Palacio de Cristal frente al lago es de esas imágenes que se clavan en el alma. Había una pareja a la par mía tomándose fotos y dándose besos… maldito amor, era el escenario perfecto y yo como siempre: sola. Respiré profundo y les dije que si les tomaba la foto, me dijeron que si. Posaron con el Palacio de fondo y me dieron las gracias antes de irse.

Agradecimiento, eso era lo que me faltaba. Acababa de pasar un mes como pocos en mi vida, haciendo cosas que había soñado por mucho tiempo, estaba en un lugar lindísimo e internamente estaba refunfuñando. De corazón, le pedí perdón a Dios por ser tan ingrata; mental y espiritualmente tiré al lago la tristeza, respiré profundo y cerré los ojos para sentir el calor del sol en la cara… Me dije a mí misma que Dios sabía mejor que yo, así que literalmente solté y me sentí aliviada y feliz. Seguí mi camino. Le di la vuelta al lago y empecé a subir una cuesta. Un muchacho me ayudó a subir, normal, la gente al verme subiendo cuestas por lo general me “hecha un cable” como dicen allá. Corrió un poco, hizo a atropellar conmigo una paloma, me reí y llegamos a la parte de arriba. Le di las gracias, sin ni siquiera verlo mucho y me quedé tomando fotos.
El Lago y el Palacio Selfie con el Lago y el Palacio
Y acá estaba yo, tomando mis fotos de postal y el infaltable selfie… cuando escucho una voz de hombre, que me habla en inglés con un acento extraño… Lo veo, bastante extrañada (era el mismo que me había ayudado a subir la cuesta!), y cuando caigo en cuenta que efectivamente, me está hablando a mí, le empiezo a poner atención y me dice que me invita a un café. “Sure” (Claro), fue todo lo que pude decir… Subimos a una cafetería cerca del Estaque Grande, pidió 2 cafés negros y unos churros. Empezamos a hablar, de dónde éramos, que hacíamos en Madrid… en algún punto me dijo su nombre, pero yo estaba tan impresionada de la situación y de que además me parecía guapo, que no lo retuve. Seguimos andando por el parque, el me empujaba la silla a ratos y yo le decía que podía sola, entonces me hacía bromas que estaba cansado de caminar, que lo llevara en el regazo… estaba tan relajado y normal con la silla que yo me sentía extrañamente bien. Nos detuvimos un rato en una zona verde cerca del Palacio de Velásquez hablando de la vida, nuestras historias, miedos, sueños, expectativas… Resulta tan fácil hablar con un extraño… No hay miedo de que te juzguen, ni importa qué va a pensar o qué va a decir… no es nadie y no hay nada que perder… Se empezaba a hacer tarde y tenía una actividad con sus amigos… Me pidió mi número para escribirme, porque le conté que al día siguiente regresaba a Costa Rica y aproveché para preguntarle cómo se llamaba… “You have being talking with me for hours and don’t remember my name?” (Has estado hablando conmigo por horas y no recuerdas mi nombre?), me preguntó entre risas. Le devolví la sonrisa y me encogí de hombros. Anduvimos hasta el punto donde él seguía a ver a sus amigos y yo a alistar maletas. Se despidió a la española, con un beso en cada cachete y yo empecé a subir buscando camino a mi hostel. Iba anonadada, acababa de tener una tarde perfecta como nunca antes.
Llegando al hostel recibo un mensaje suyo, que si quería ir por una cerveza más tarde… “sure, why not”. (Claro, porque no), respondí. Inmediatamente después, le mandé a una amiga una foto de ambos y le conté la historia, “Amiga, si algo me pase mande esta foto a la interpol” le dije entre risas.
Me llegó a recoger y bajamos andando a un bar en Lavapiés. Nos pedimos unas cervezas, unas tapas y hablamos hasta que la mesera nos llevó unos tragos y unas aceitunas de cortesía, como zarpe. Regresamos a mi hostel y nos quedamos hablando afuera hasta que le dije que ya tenía que entrar a alistar la maleta para estar en el aeropuerto a las 7am. Lo besé… no tenía nada que perder… y el respondió positivamente! <3 Nos quedamos afuera hasta las 4am, entre besos, risas y charlas torpes… Le di el último beso, entré a bañarme, alistar la maleta y pedir en recepción que me llamaran un taxi. Recibo un mensaje suyo, que si me puede acompañar al aeropuerto… “I’ll love to” (me encantaría), le contesté. Su hostel estaba cerca del mío. Llegó antes que el taxi, me ayudó a montar la maleta y la silla. El viaje al aeropuerto se hizo corto y mi vuelo a Costa Rica, eterno. Acababa de vivir el día más épico de mi vida, había sido tan largo y tan corto al mismo tiempo, que me costaba creer que hubiera sido real y no un sueño.
Ya en Costa Rica, de vuelta a la vida cotidiana, con una sexy voz que me hablaba en inglés con acento ruso todos los días, me sentía en las nubes. Estas historias se ven en las películas, pero no en la vida real… y menos en MI vida. Y fue todavía más alucinante, cuando 4 días después de haber regresado, me dijo: “I’ll arrive tomorrow to Costa Rica”. (Llego mañana a Costa Rica).
… Continuará…
Natalia!!! Hola!!! Quiero conocer la historia completa!!!