Valencia. 16 octubre 2019
Luego de varios días de andar rodando por diferentes ciudades, llegar a Valencia, fue llegar a casa.
Pri, la negra, es mi hermana del alma desde hace más de la mitad de mi vida. Una de mis primeras y más grandes preocupaciones cuando adquirí la discapacidad fue ¿cómo volver a la playa? Pri, con su tono jocoso y actitud todo terreno me dijo: “Mae, usted tranquila que yo me la echo al hombro”. Tal cual sucedió en varias ocasiones. Y es que la negra es de esas personas 4×4, full actitud, con las que se puede desde mantener una conversación súper seria, filosófica y profunda, hasta hacer tonteras como bajar rodando las dunas de Fuerteventura y terminar con arena hasta los dientes (esa es historia para otro post). Compañera de lágrimas y risas, de aventuras locas y de solo quedarnos ahí sin hacer nada compartiendo en silencio.
Esta vez, me encontraba con Pri en Valencia. Llegar a la estación de tren y verla ahí, esperándome, me llenó de alegría y de un sentimiento de hogar enorme. Tenía ya varias semanas de andar rodando sola por ciudades alemanas e inglesas, pasar unos cuantos fríos y sentir un poco de la tristeza y la nostalgia del otoño, esa sensación agridulce que se cala en los huesos. Un “Hola monga!!” como si nos hubiéramos visto ayer y un abrazo enorme, me terminaron de sacudir el frío de las ciudades de más al norte. Ya estaba en la soleada Valencia rodeada de calorcito humano.

Y es que nada como una amistad sincera. Luego de tomar un baño y tirarme en el sillón a ver TV, con comida casera hecha por Pri (que cocina deli) y hablar por horas, Pri me tira la primera actividad de mis días en Valencia: “Mae, fashion emergency, urge corte de pelo”. Y así no más, saqué cita con el peluquero de la esquina y cambié de look al día siguiente. Llegué con pelo lacio y largo (bueno en realidad con la queratina ya bien pasada) y terminé con pelo corto y colocho. Como si eso fuera poco, Pri me regaló para el cumple un tatuaje donde sus amigos y vecinos De La Ingle Tattoo.

Salimos a hacer picnic al río y conocer la ciudad con Po, la chineada de Pri (jamás decirle perro), pero sobre todo, pasamos horas hablando en el sillón de la casa viendo en TV los disturbios en Barcelona por el tema de la independencia. En ese momento, nos parecía un caos terrible, al menos como lo presentaban en las noticias… Sin tener ni idea que menos de un año después estaríamos encerradas, viendo noticias de como un virus mantiene en vilo al mundo entero…
Y así, con el corazón lleno de alegría, con cambio de look y tatuaje nuevo, Valencia quedó literalmente grabada en mi piel. Gracias infinita negra! Love you!