Todos tenemos esa ciudad que nos roba el corazón. Esa en la que uno se siente cómodo, como en casa, pero donde nunca se pierden las ganas de explorar. Donde cada esquina, cada edificio, cada graffiti nos sorprende y nos cuenta mil historias. Esa ciudad llena de desconocidos, pero qué, de alguna manera son cercanos porque laten al mismo son. Para mí, esa ciudad es Barcelona. Tal vez porque fue la primera ciudad europea que conocí, y que gracias a su gran accesibilidad para personas con discapacidad, encontré muy amigable. O tal vez porque es una ciudad que tiene mar. Lo cierto es que Barcelona es mi ciudad favorita, la que no deja de sorprenderme.
¿Y qué son esos detalles que me enamoran de Barcelona? En primer lugar su accesibilidad física. Es una ciudad bastante plana, peatonal y con un servicio de transporte público bastante bueno. Tiene aceras anchas y rampas por todo lado, de forma que moverse por el espacio urbano en silla de ruedas es muy fácil. Cuando las distancias que recorrer son mayores, se puede utilizar el bus, el tranvía o el metro sin mayor inconveniente. La vida urbana es muy activa y diversa. En los parques y plazas siempre hay gente, niños solos y con sus padres, adultos, turistas, personas con discapacidad y adultos mayores. Hay actividades para todos los gustos: cultura, música, gastronomía, deporte, fiesta… En Barcelona uno nunca se aburre y no se queda sin opciones de cosas que hacer, ni de día ni de noche. Desde irse de tour a alguna playa cercana o a Monserrat, hasta sentarse en la Barceloneta o en Plaza Catalunya a ver el atardecer. Otras de mis actividades favoritas en Barcelona son: perderme por las callejuelas del Barrio Gótico y del Born, sentarme en una banca dentro de la Catedral del Mar a hablar con Dios, tomarle fotos a los graffitis, comer en el Mercado de la Boquería y en el de Santa Caterina, ir al parque de la Ciudadela a pasar el día, subir al Montjuic, ir a la playa (Nova Icaria cuenta con servicio para personas con discapacidad y es 100% accesible), rodar por la Barceloneta y ver la marina… tanto que hacer en Barcelona!
Pero sobre todo, me encanta de Barcelona su gente: alegre, amable y directa. Es una ciudad con personas de todo el mundo pero también barceloneses que han vivido ahí siempre. Es una mezcla muy característica de gran ciudad con pueblo donde todos se conocen. Nunca falta una sonrisa, una broma ni una ayudadita para entrar a algún lugar, subir alguna pendiente o cruzar alguna calle.
Barcelona fue amor a la primera rodada, la ciudad a la que siempre vuelvo.