Viaje a mi interior. Segundo Internamiento

Heredia. Junio 21, 2022

Había regresado a mi vida normal, luego de pasar 16 días internada en el Hospital del Trauma. Navidad, año nuevo y la muerte de mi abuelita Tita sucedieron en esos días… Pero ya todo había pasado y era hora de retomar mis actividades cotidianas, incluyendo las citas de control. El 26 de enero fui con el infectólogo, el dr. Romero, quien me dijo: «Necesito que se interne hoy mismo, sus exámenes de sangre salieron alterados y tiene que seguir en tratamiento». Yo sabía que algo no estaba del todo bien, puesto que me seguía sintiendo extremadamente cansada y pasaba auto-medicandome para el dolor. Sin embargo, no esperaba escuchar eso… le pedí 3 días para prepararme. «Está bien, si se siente mal, se viene de inmediato». Ya me sentía mal, pero no en extremo, y definitivamente necesitaba un tiempo para procesar la idea de volver al hospital y dejar listas las cosas que estaba trabajando.

De vuelta al hospital

Volví a Hospi 2 (Cuidados Intermedios), donde todavía estaba Sofi. Me hizo muy feliz verla. Aunque no estaba feliz de volver a estar internada. El dr. Vargas, quien fue un apoyo fundamental en todos mis internamientos, me decía que probablemente la bacteria se había alojado en la instrumentación (el metal de la espalda que me pusieron en el 2008 cuando tuve el accidente) y que habría que retirarlo. Yo estaba segura que eso no era, en realidad tenía mucho mucho miedo de otra cirugía en la espalda, y de quedar sin metal. Ya me había acostumbrado a ser de titanio.

La seudomona aeruginosa, como cualquier ser vivo, busca desesperadamente sobrevivir y el metal es un lugar hermoso para refugiarse, pues crea un biofilm (algo así como una capa protectora) para que el antibiótico no llegue a matarla, pues éste viaja por la sangre, y donde no llega sangre, la seudomona está segura. Este tipo de bacteria se encuentran en el agua del mar (especialmente donde hay algas), en piscinas, jacuzzis… y la cepa que vive en los hospitales es más resistente… y yo le agregaría que más inteligente también… ya sabe cómo vivir cuando todo su entorno busca aniquilarla. Yo pude haberla adquirido en California cuando fui a competir al Mundial de Surf Adaptado, o bien pudo haber estado conmigo desde que me colocaron la instrumentación en el 2008. Esta segunda teoría tenía sentido, a pesar de ser un periodo taaan largo, pues desde el 2015 estuve con una «pelota» que me salía en la espalda, la primera vez si me salió un líquido amarillento y me operaron para limpiarme… pero se me volvió algo crónico que ya no supuraba, pero que si me molestaba bastante.

El dr. Vargas, con gran paciencia y cariño, me explicaba muchas cosas de las bacterias y de mi condición de salud. Aprendí que somos un universo entero de bichitos y que el problema no es tanto tener una bacteria «mala» como tener un desequilibrio en los microorganismos que viven dentro nuestro. Balance, balance, balance… hasta dentro de nuestra infinitud de bichitos microscópicos es importante. Y cómo lograrlo? Pues creo que cuidando todo lo que permito entrar en mi interior: comida, ideas, pensamientos, sentimientos… el balance exterior se refleja en el interior y viceversa. Para los días que me enfermé había pasado por niveles de estrés muy altos en todo, personal, emocional, deportivo, laboral… sentía que todo se me salía de las manos y que no podía hacer nada bien, cuando regresé del mundial le dije a Henry: «quiero desaparecer, encerrarme y no ver a nadie»… y Dios me lo concedió. Estuve cerca de desaparecer de la Tierra y ni para el primero ni para el segundo internamiento se permitían visitas por el COVID. Aprendí a tener cuidado con lo que pido…

Estuve bastante sola y tuve que aprender a saber buscar y encontrar mi balance, desde adentro hacia afuera… Escoger que personas y proyectos quiero en mi vida, en qué actividades me quiero involucrar, tuve que aprender a delegar (lo que me cuesta muchísimo y sigo trabajando).

Estoy aún en ese proceso de reinventarme.

Infectadas

Estuve apenas un par de días en Cuidados Intermedios. Durante una cena, Sofi y yo nos vimos, cada una tratando de comer a su manera adaptada… y de vernos en aquel cuadro nos dio un ataque de risa… Esa era nuestra terapia, reírnos para no llorar… o lanzar un, disculpando el francés, «puta mierda» cuando algo dolía demasiado o cuando ya estabamos hartas… y yo bueno, siempre tenía mis largos ratos de lágrimas a pesar de todo… Ante nuestras risas, parecía que no estábamos tan mal y ante la necesidad del cuarto para personas que estaban en una situación más comprometida que la nuestra, nos pasaron a salón. Primero se fue Sofi y en la madrugada me fui yo. Cuando entré al cuarto y la ví, ahí dormida en el salón con otras 4 mujeres, me sentí feliz. «Sofiiii!!!! Seguimos juntas». No me pude contener y la desperté. «Nati! Que alegría», fue su respuesta.

Estábamos en el salón de mujeres en el 4 piso Norte. A Sofi la bajaron al 3 piso a los pocos días y yo aprendí a socializar con las otras mujeres con las que compartía salón. Mujeres súper lindas como Jenni, doña Caro, doña Eli, Maureen… Además, había un grupo de auxiliares, asistentes, enfermeros y enfermeras con gran carisma que nos ayudaban a la hora del baño, las curaciones, los cambios de pañal, la administración de medicamentos y todo lo que necesitamos. También hacían amenos los días contando chistes y haciendo de situaciones incómodas de hospital, algo ligero y divertido.

La ansiedad

La ansiedad esta vez disminuyó considerablemente. Al entrar, me intentaron poner la vía en el brazo y fue imposible, luego de 3 intentos la enfermera se fue. Me dormí un rato y al despertar pregunté que había pasado. Solicitaron ponerme vía central y en la madrugada vendría un doctor a ponérmela. La vía central se coloca en el cuello, en la vena yugular y va hasta el corazón. Por ahí se pone todo directo al bombeo central, se acabaron los problemas con los brazos pinchados y morados… chao ansiedad por eso!

Ahora era la angustia, la incertidumbre de no encontrar el foco del problema… y el susto que el dr. Vargas tuviera razón y que me tuvieran que abrir de nuevo y quitarme el metal… Me hicieron tac y resonancia con medio de contraste, ultrasonidos y rayos X de casi todo el cuerpo. Tenía un derrame pleural en el lado izquierdo (mucho líquido en el saquito que envuelve el pulmón), por lo que me programaron una cirugía de tórax con el dr. Mainieri. Al parecer, esta infección en la pleura venía de la columna, lo cual es poco usual, pero posible. Esto explicaba porqué tenía tantos días que al hablar sentía que me faltaba el aire… Esta cirugía implicaba un sello de tórax, para drenar lo que quedara en la pleura. Me pusieron una manguera desde la pleura hasta una cajita donde se cuantificaba cuánto líquido salía por día. Esa manguera es de las cosas más incómodas y dolorosas que me han tocado vivir. Cada movimiento, tanto en la cama como fuera para irme a bañar, era una tortura, pues al moverse la manguera se sentía horrible. Contaba las horas para que me quitaran el sello de tórax, y eso al fin pasó al cabo de 10 días de la cirugía.

Sin metal

Después de varias conversaciones con el dr. Vargas y con el dr. Romero, entendí que efectivamente, el procedimiento de quitarme el metal era lo necesario. La infección en la pleura podía volverse a hacer o peor aún, la infección se podía ir a la médula y ahí si, apague y vamonos! Tuve que enfrentar ese miedo enorme de operarme de nuevo la espalda. Además, el tatuaje que me había hecho en Valencia, regalo de Pri, tenía una parte sobre la cicatriz de la espalda y no quería que se echara a perder… El ‘Carpe Diem’ escrito se vería afectado con la nueva operación, pero si no lo hacía, lo que se vería afectado hubiera sido mi verdadero ‘Carpe Diem’… así que a pesar del miedo, accedí a la cirugía.

El día de la operación, el dr. Valverde me dijo que al ser una instrumentación tan vieja y ya descontinuada, no sabía si tenía las herramientas necesarias para quitarla… pero yo confiaba en él y sobre todo en Dios, el médico por excelencia. Ya entrando a la sala de operaciones, estaba tan nerviosa que no podía orar… solo repetía y repetía «Jesús en tí confío». Luego de un par de bromas, me pusieron anestesia y chao… el sueño más profundo… mi espíritu en el mar y mi cuerpo en una mesa, siendo abierto y manipulado por un grupo de personas. Salí bien, me pudieron quitar todo el metal y efectivamente, el cultivo dio positivo para 2 cepas de seudomona aeruginosa, una resistente y otra no resistente. El foco de infección estaba, efectivamente en la columna.

Los antibióticos que tenía eran tan pesados que todo me daba asco, mientras el resto del salón comía, yo vomitaba verde. Me empezaron a dar medicamentos para las nauseas y lograba comer apenas para sobrevivir… me sentía muy débil pero dispuesta a lo que fuera con tal de sacar a esa bacteria de mi cuerpo.

Cicatriz de la espalda. frase 'Carpe Diem' entre la sutura y difícil de leer.
Adicional a la cicatriz de la espalda, se ve el drenaje.

La salida

El dr. Romero me autorizó la salida el 1 de marzo, con la condición de ponerme un picc (cateter central insertado periférico, por sus siglas en inglés) e ir al INS a ponerme el antibiótico 2 veces al día por 5 semanas. Todo valía la pena con tal de estar en casa y no seguir internada, luego de pasar ya 30 días de hospitalización.

Pude ir a Jacó a pasar el día en varias ocasiones. No podía meterme al mar, pero podía verlo, olerlo, escucharlo. Lo extrañaba tanto. Amo el mar y solo estar cerca de él me hacía sentir mejor. Pasé Semana Santa con mi familia en una casa que alquilamos en Orotina. No podía meterme a la piscina, pero estaba con ellos, hablando, riendo, jugando dominó y disfrutando de mi recién nacido sobrino Gael. También me pude despedir de Tata. Mi viejo, del que aprendí todo el positivismo del mundo. A sus 85 años, cuando uno le preguntaba cómo estaba, entre risas decía «como una uva tirando a pasa». Esta frase, como tantas otras suyas, quedará en la memoria por siempre de todos los que lo amamos.

Naty en primer plano en foto selfie con Mariana (con Gael en brazos), Ana y Marisol.

Ir y venir del INS 2 veces al día por 5 semanas fue cansado, pero en lo que menos me lo esperaba había terminado y yo ya era libre! Me sentía bien, un poco insegura de ya no tener metal en la espalda y que mi estabilidad dependiera únicamente de mis maltratadas vértebras, pero bien. Pude volver a mi casa en Jacó. Mi casa. También la extrañaba. Mi espacio, mis cosas. Volver a agarrar mi tabla, meterla al carro e irme a surfear. Volver a compartir con amigos allá… volver a disfrutar de las olas… hasta un miércoles en el que de noche empecé a sentir mucho frío. Apagué ventiladores y me cobijé. Empecé a sudar. Tenía 39 de temperatura. No pude dormir, me sentía ansiosa y triste. No podía ser de nuevo… En la mañana, al ir al baño el dolor… ese que en diciembre me había inmovilizado, estaba de regreso… Tenía que ser una pesadilla.

Leer primer post: Viaje a mi interior. Primer internamiento

Publicado por nataliavindas

Hola! Soy Naty. Me encanta viajar, surfear y trabajar temas de accesibilidad e inclusión. Soy usuaria de silla de ruedas desde el 2008. Con ella he aprendido a aventurarme, disfrutar el mundo y conectar con otras personas a través de la empatía, la gratitud, el coraje, la pasión, la fortaleza y la alegría.

4 comentarios sobre “Viaje a mi interior. Segundo Internamiento

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