Glasgow. Octubre, 2019.
“Winter is coming…” (Viene el invierno) frase célebre de Game of Thrones que en Glasgow, que gracias a mi sensible termostato tropical, pude sentir hasta los huesos y el alma. Tenía varias semanas viajando sola por Europa, algo increíblemente lindo y edificador, pero que también tiene su otra cara de la moneda. Mi primer día en Glasgow fue gris y frío, me desperté desorientada, sin estar segura donde me encontraba, me sentí triste, cansada y un poco agobiada de tanto andar en tren y pasar pocos días en cada ciudad.
El hotel
Me hospedé en el Easy Hotel Glasgow City Centre, hotel parte de una cadena que cuentan con habitaciones accesibles privadas que se pueden reservar directamente a un buen precio. Es un hotel básico, pero limpio. En Glasgow y muchas otras ciudades que visité, el tema de la seguridad ante incendios es bien importante. Este hotel es un edificio antiguo remodelado, y no les puedo explicar la cantidad de puertas de seguridad contra incendios que debía pasar para llegar a mi cuarto… un poco cansado porque son pesadas y difíciles de manipular, sobre todo cuando uno anda con el equipaje. Un detalle que me encantó fue tener la cama a la par de la ventana!
¿Qué hacer?
Mis ganas de explorar se redujeron considerablemente esos días en Glasgow, al despertarme y ver el día oscuro, prefería dormir hasta tarde. Mi tour por la ciudad fue gracias al City Sightseeing Bus, súper accesible en silla de ruedas porque su piso es bajo. Lo vi por casualidad en el George Square y decidí montarme para escapar de la lluvia y conocer un poco la ciudad. En el bus aprendí datos curiosos de Glasgow, como que alberga varias universidades y una gran población estudiantil que viene de todo el mundo, que el Riverside Museum fue diseñado por Zaha Hadid y que las fachadas de los edificios más viejos durante la era industrial se pusieron negras, y que al irlas lavando se notan 2 colores: el rosa y el beige, provenientes de 2 canteras diferentes de arcilla.
A pesar de mi poco ánimo, la pasé bien. Para no quedarme encerrada en el hotel, si que exploré bien mis alrededores y descubrí 2 lugares increíbles en Cambridge Street: Bucket list, una cafetería donde sirven el mejor desayuno de la vida a cualquier hora, lo cual fue muy conveniente porque mis desayunos siempre fueron a las 11am. Es súper lindo y acogedor y tienen WiFi gratis, apenas para sentarse a trabajar en un ambiente agradable y con la pancita feliz. =)
El otro lugar es un Malaysian Chinese Street Food que se llama 2000 Mamack y tiene un sector vegano, donde nunca pensé que pudiera comer tan rico, y donde los 3 días hice parada antes de ir a dormir. Además, la señora que atendía era tan simpática y alegre que me distraía de mi tristeza generalizada.
Glasgow me mostró otra cara de los viajes, cuando no todo es verano, fiesta y risas. Es una cara gris, nostálgica, pausada. Son momentos en que la soledad pesa un poco más en el alma y el entorno se vuelve un espejo de todo eso que va por dentro. Son momentos que queman como el hielo, pero que despiertan una conciencia más profunda de uno mismo y facilitan la conexión con los sentimientos que más reprimimos porque no son los positivos… Glasgow fue el inicio de un proceso de introspección más agudo… gracias al invierno por hacerme ver hacia dentro… Además, dentro del balance general del viaje, esos días más grises me permitieron trabajar más de lo que esperaba y comer delicioso.