Esos felices momentos de la vida en que uno es uno, en el momento presente, sin distracciones, sin redes sociales, sin constantes notificaciones de mensajes y correos electrónicos y principalmente, sin pensamientos repetitivos llenos de “deberías”.
Mis momentos de desconectar son dos: sobre mi tabla de surf y en un avión. En ambos, me embriaga una emoción que empieza con un hueco en el estómago, me sube a la garganta y se me pega un poco, luego me sube a la cabeza y explota en fuegos artificiales en mi mente.
El hueco en el estómago es ese miedo de empezar. Entrar al mar, pasar las olas, remar bien, no ahogarme, llegar al line up… El miedo de ir a un nuevo lugar, moverme por sus calles con mi silla de ruedas, sorprenderme con su gente y su cultura…
Descubrir, una vez pasado el miedo, que la experiencia es maravillosa, y que todo valió la pena, hace que se me pegue el nudo en la garganta… y que se me salgan unas lagrimitas de felicidad, emoción, agradecimiento y de todo el mix de emociones que siento cuando me descubro tan bendecida.
Cuando voy en mi tabla de surf, los juegos artificiales explotan con la espuma de las olas, con la visión del sol hundiéndose en el horizonte, con mantas brincando a mi alrededor, cada vez que agarro una buena ola y me siento orgullosa de mí misma y cada vez que me caigo, me revuelcan las olas y salgo sintiendome más viva que nunca… Cuando voy en mi tabla de surf somos el mar, Dios y yo… Y eso me encanta! También comparto con amigos, disfrutamos de las olas juntos, hablamos, nos divertimos… Y me siento presente, sólo ese momento importa.
Cuando voy en un avión, viendo por la ventana, este momento de explosión mental/espiritual/sicológica siempre termina en juegos imaginarios, brincando en las nubes, tirandome de panza, abrazándolas, comiéndomelas como si fueran algodón de azúcar… Me siento niña y me río sola… Me duermo, veo una peli, disfruto no tener internet. Sueño, sueño con ese lugar al que voy volando para explorarlo y nutrirme de todas las experiencias que voy a tener… y las cosas ricas que voy a comer!
Estos momentos de desconecte me cargan de energía y me ayudan a llevar mejor esos otros momentos en que me siento abrumada de responsabilidades. Conectar, responder correr, hacer… está bien, pero teniendo la contraparte que le da balance y sentido a todo.